Tras la salida neutralizada y un breve recorrido urbano cogemos dirección a Bonilla por el camino dejando la ermita a la derecha. El grupo va compacto, tenso, pegando las primeras pedaladas, calentando músculos para lo que pueda venir después. De pronto la organización nos desvía del camino. Esto nos hace presagiar que algo va a ocurrir. Efectivamente, entramos en las temidas Boquerillas. Una larga y sinuosa subida imposible por un campo de cultivo. No por un camino, senda o similar, no. La subida corona en un estrecho paso entre un cortado a la izquierda, una valla a la derecha y en el centro la planta nacional por excelencia, un cardo de metro y pico que no sabe uno por donde sortear y que siempre acabas con él entre las piernas. Después de coger un poco de aire comienza un descenso vertiginoso entre cortados, piedras y surcos, sin camino, por supuesto y con la maleza muy crecida preocupando seriamente lo que pueda esconder debajo. Si consigues mantenerte en tu montura desembocas en una calle perfectamente asfaltada. Has llegado a Bonilla. Avituallamiento para remojar el gaznate que se ha quedado seco, no por el esfuerzo, que aún no ha sido tanto, sino por los nervios que hemos tenido que templar por el peligro constante.


Salimos de Bonilla por aquello que llaman el Altollano, bastante mas alto que llano. Ya hace un sol de justicia. Costarrón que nos conduce a un descenso técnico y divertido que para iniciarse en esto del mountainbike está muy bien diseñado. El entorno en el que nos movemos son grandes extensiones de terreno cultivado, seco, normal a estas alturas del año, pendiente de su siega, grandes nubes de mosquitos que te llevan si no andas vivo, una temperatura en constante ascenso según va subiendo el sol y... ¿una sombrilla? Tras aquella loma... ¿una sombrilla? Ahí estaba perfectamente instalado el controller, en su curva, con su sombrilla, y su nevera... y un corredor que viene en dirección contraria al sentido de la marcha... ¿Dónde vas? Le pregunta... andaaaa, da la vuelta y tira, copón¡¡¡. Aquí accedemos a La Fuente de la Cueva (un lugar inhóspito como ninguno). Tras una dura ascensión, eso sí, por buen camino, te desvías por este paso que es bajada natural del agua hacia el valle. Entras un poco sudado por la subida, y sales hecho unos zorros!!. El casco de lado porque te has dado con las ramas de los árboles, sin mangas que se las ha quedado alguna zarza ahí dentro, arañazos en las piernas de alguna aliaga carnívora, lleno de barro porque has tocado suelo en algún sitio, doce picaduras de unos mosquitos que son más grandes que tu,...


Ya con la temperatura en ascenso vas perdiendo las costras de barro. Las heridas se van secando llegando de nuevo a Caracenilla con mejor aspecto. Tras el avituallamiento comienza una muy dura ascensión hacia el mirador del parapente. Merece la pena subir. El paisaje cambia por completo metiéndonos en monte bajo y disfrutando de una bajada, esta vez sí, por sendero, pero alfombrado de hojas secas que no te dejan (otra vez) ver el firme... y...

¿la marcha?...

Se van a Pineda!!! ¿qué dices?!!!

Que sí, que se van todos a Pineda.

¿no jodas?... Coche escoba¡¡¡, coche escoba¡¡¡¡, páralos, que se nos van¡¡¡¡

No puede ser...

que sí, que sí... copón¡¡¡¡

Esto oía yo en mi walkie mientras ascendía al Peñarrubias para ocupar mi posición. Afortunadamente resultó ser falso. La marcha iba bien pero ellos pensaban que iban mal y casi hacen salir por rueda al coche escoba para ir a buscarlos, y a mi casi me da un penterre pensado que este año alargamos la ruta hasta Pineda de manera espontanea.

Después del "susto" la bajada de La Cantera, temida por propios y extraños por su brutal desnivel donde alguno nos dio algún susto pero sin consecuencias finalmente. De nuevo fuerte ascensión para coronar en el Peñarrubias donde disfrutamos de un avituallamiento y cambio de impresiones en el reagrupamiento.

El ambiente es tenso, los nervios se mastican y todos se preparan para un nuevo descenso. Impresionantemente técnico el descenso del Peñarrubias es el que da nombre a la marcha. Si los demás eran más o menos ciclables, con más o menos desnivel, más o menos impresionantes, este es más bien espectacular. Piedras, curvas, cortes, ramas, mas piedras, lo hacen único. En escasos minutos llegamos de nuevo a Caracenilla para recoger nuestras bolsas obsequio por participar, para disfrutar del sorteo de regalos varios y dar cuenta de la comida que ha preparado la organización y que nos hemos ganado a pulso después de disfrutar de una jornada de mountanbike del bueno.